Al final de la década del 70 Black Sabbath, estaban al borde del abismo. Las opciones eran varias, o hacer una pausa larga que permitiera no solo recuperar fuerzas sino también aislarse de las grabaciones y giras constantes con el añadido del consumo de drogas de algunos de sus componentes o cortar por lo sano, principal problema de la banda que no era otro que el cantante Ozzy Osbourne. El fracaso comercial de los dos álbumes anteriores, ("Technical Ecstasy", 1976 y "Never Say Die!" 1978), un consumo de drogas que seguía aumentando y una serie de problemas en lo personal terminaron en una situación límite.
Todo ello suponia una bomba de relojeria en sus manos, viendo como avanzaba la cuenta atrás, Black Sabbath no pudo hacer nada durante mucho tiempo, presionados no solo por su sello discográfico sino por ellos mismos, aprisionados por su propia conciencia y por una incapacidad que se apoderó de ellos como banda.
La solución sería la fulminante, la expulsión de Ozzy, y la contratación de un nuevo cantante, Ronnie James Dio. Con esto se había logrado estabilidad y fluidez creativa, finalmente había llegado a Black Sabbath, componiendo primero 'Heaven and Hell' y luego pasando al resto de canciones que forman parte del disco, evocando a la banda inglesa cuando componer no era un calvario y reconociendo que, a pesar de haber dejado un amigo en el camino, el cambio era necesario para la supervivencia de la banda.
Así sería como el primer disco de Black Sabbath sin Ozzy Osbourne, que los alejaba del Doom Stoner practicado por los de Birmingham en sus primeros 6 discos como del Glam, Hard Rock o el, Heavy Metal. El noveno disco de Black Sabbath iba a ser un disco de Heavy Metal puro, y una obra maestra respondiendo a todas las constantes del género que habían creado pero que las jóvenes bandas inglesas de New Wave del Heavy Metal británico les ayudaron a definir el estilo que dominaría gran parte de los años ochenta.