viernes, 25 de febrero de 2011

Bill Haley


Bill Haley fue uno de los más fascinantes artistas del Rock and Roll con mayúsculas. A diferencia de la mayor parte de los pioneros, el no venía del Sur (nació, en 1927, cerca de Detroit), carecía del atractivo físico típico de un rock star, sin embargo ya era un profesional con mucha experiencia cuando el rock´n´roll empezó a rodar a principios de los cincuenta.  Su primer amor fue el country, que tocó con grupos como The Four Aces, Johnny Clifton & His String Band y The Saddlemen, con los que grabó a partir de 1948, sin mucha fortuna algunos temas como “Too Many Parties” o “Candy Kisses”.  Fue en Filadelfia en 1951 cuando influido por los sonidos negros que tanto gustaban en la ciudad, grabó una excitante versión de “Rocket 88”, pieza del saxofonista Jackie Brenston, además de otros singles que apenas tuvieron repercusión.
Su grupo, que en 1952 se rebautizaría como The Comets debutando con el single “Stop Beatin´Round The Mulburry Bush” en donde acentuaba los ritmos, aprovechaba el tono metálico de las guitarras y exploraba las posibilidades percusivas del contrabajo. Haley cantaba canciones del gueto y usaba alegremente la jerga negra, pero tenía una voz blanca: se le entendía todo (y bien que se cuidaba Haley de obviar las letras de contenido escabroso). Posteriormente, el cantante explicó que no había ningún plan de mezclar diferentes estilos, que todo fue una concatenación de casualidades.
Aunque los Comets seguían presentándose en público con atuendos vaqueros,
iban incluyendo en su repertorio temas negroides, comprobando que funcionaban perfectamente a caballo de un show animado y altamente visual.
Canciones como “Rock the joint” y “Crazy man crazy”, eran construidas con gran sentido dramático que les abrieron las puertas de una discográfica fuerte, Decca Records.
Ya en 1954 publican una revisión dinámica de un viejo blues llamado “(We’re gonna) rock around the clock”. Fue un éxito moderado, eclipsado rápidamente por una potente interpretación de “Shake, rattle and roll”, grabada anteriormente por Joe Turner.
Haley ya era un hombre popular entre los jóvenes cuando su grabación de “Rock
around the clock”, apareció en el comienzo de “Semilla de maldad” (“Blackboard jungle” 1955), película de Richard Brooks sobre la violencia de los nuevos adolescentes; en una escena clave, los alumnos de un esforzado profesor (Glenn Ford), demuestran su desprecio destrozando su colección de valiosos vinilos de jazz.
Despreciando la moraleja de la película, los adolescentes se abalanzaron sobre “Rock around the clock”. El disco estuvo dos meses en el número uno de las listas norteamericanas, y sus ventas mundiales han llegado hoy a los 20 millones de copias. Haley, rechoncho y maduro, con su eterno ricito sobre la frente, se encontró encabezando giras y películas, e inspirando escenas de delirio.
Con esta nueva versión de los Comets, Haley se contorsionaba discretamente mientras su saxofonista, Rudy Pompolli, se tiraba por los suelos en pleno éxtasis, al igual que hacía el contrabajista Al Rex, con su instrumento. Posteriormente siguieron los éxitos discográficos, temas que hablaban de la inocente alegría de los nuevos ritmos: “Mambo rock” (1955), “Rock-a-beatin ‘boogie” y “See you later alligator”, (1956), “The saints rock’n’roll” y “Don’t knock the rock: Skinny Minnie” (1958).
Ya en 1956 se publicaría su primer larga duración “Rock Around The Clock”, al que seguirá poco después “Rock´n´roll Stage Now”, ambos una especie de recopilatorios de todos los singles publicados.
En 1957 el tema “Don´t Knock the Rock” volvería colocarse entre los primeros puestos de las listas de éxitos.
Pero la llegada de Elvis, fue decisiva en el posterior futuro de Haley, los jóvenes pudieron ver al rock and roll mas crudo y salvaje, sin pajaritas ni chaquetas a cuadros, sin esa compostura y esos refinamientos; Haley no resistiría esa comparación.
El inventor del rock and roll vivió un exilio dorado, emigrando al viejo continente. En Europa se le recibió como a un monarca, provocando alteraciones del orden público en el Reino Unido, y en el viejo continente, (Semilla de maldad llegó a estar prohibida en algunas ciudades de la República Federal de Alemania).
Pero siguió publicando temas y álbumes como “Bill Haley´s Chicks” o “Strictly Instrumental “(1959-60)
Terminó grabando para el sello mexicano Orfeón y posteriormente con la compañía sueca Sonet y su ultimo álbum seria “Live in London” (1974) publicado por el sello Atlantic.
En todos esos años nunca le faltaron actuaciones: tanto en los sesenta y en los setenta, nuevas generaciones descubrían el frenesí del rock and roll y allí estaba Haley dispuesto a demostrar que todavía era capaz de enardecer a un auditorio.
Bill Haley fue el instrumento inconsciente de una revolución cultural
cuyo alcance nunca pudo imaginar: comprendía la forma, la necesidad de crear
ritmos que dieran movimiento al cuerpo, pero estaba demasiado alejado de los jóvenes como para entender el fondo del rock and roll. En su descargo, recordemos que su grupo (con excelentes músicos, como Pompilli o el guitarrista Frank Beecher), desarrolló notables fórmulas instrumentales; Haley nunca abandonó la música que le hizo famoso, aunque se dedicara temporalmente a venderla como twist. Su final fue triste: abrumado por desgracias familiares y problemas contractuales, se retiró a Harlingen (Tejas), desde donde llamaba a viejos conocidos para soltarles monólogos que oscilaban entre fantasías nostálgicas y pesadillas paranoicas. Medio arruinado, alcohólico y enfermo, murió en la casa donde vivía en soledad a principios de 1981.


domingo, 20 de febrero de 2011

Jeff Beck


Jeff Beck, ha conseguido el respeto, la admiración y la fidelidad entre los medios de comunicación, los músicos y los amantes del rock como muy pocas estrellas puedan atribuirse. ¿El método? Ser él mismo, mantener la magia a su alrededor y tocar la guitarra de una manera sublime, pese a su indisciplina discográfica, y pese a ser muy reacio a las entrevistas y a las masas, su incapacidad de soportar el trajín profesional de las giras y rebosante de mil inquietudes guitarrísticas que le llevan cada vez por un camino distinto.
Beck nació el 24 de junio de 1944 en Surrey (Inglaterra). Mientras estudiaba en el Wimbledon Art College, escuchó con fruición a Gene Vincent, Buddy Holly, Eddie Cochran... Sus primeras experiencias semiprofesionales, en 1964, fueron junto a Cyril Davies y en un par de oscuros grupos llamados Deltones y Tridents. Beck se había decantado visceralmente en su forma de tocar hacia el blues; se pensó en él para sustituir al purista Eric Clapton en el seno de los Yardbirds (marzo 1965). Pero Beck no era un purista, sino un obseso de los pedales, el eco y los efectos de distorsión. Fue él quien catapultó a los Yardbirds con su imagen de gentleman apacible pero iracundo como instrumentista. La célebre escena de Beck destrozando guitarra y amplificadores en la película de Antonioni "Blow up" es la mejor muestra de ello.
En noviembre de 1966 deja a los Yardbirds e inicia su zigzagueante carrera solista. Primero se descuelga con dos singles atípicos, "High ho silver lining" (cuya cara B, el apabullante "Beck’s bolero", estaba firmada por Jimmy Page) y una versión de "Love is blue", de Paul Mauriat. En febrero de 1967 nace la Jeff Beck Group, con Rod Stewart (voz), Ron Wood (bajo), Nicky Hopkins (teclado) y con muchos problemas para encontrar un batería fijo. Dos históricos elepés, "Truth" (con Mickey Waller en la batería) y "Beckola" (esta vez con Tony Newman). Temperamentales versiones de clásicos y temas escritos por todo el grupo hacen de dos estos discos una lección de obligada escucha en la historia del blues-rock. Jimmy Page siguió al grupo de cerca y es seguro que Led Zeppelin nació como una prolongación de lo que podía haber sido ese grupo de no haber surgido unos tremendos choques entre sus miembros.
En 1969 se separan. Stewart y Wood se van a Faces; Beck sufre un violentísimo accidente automovilístico, fracturándose el cráneo. Dieciocho meses de baja.
Gajes del oficio; Beck es un fanático de los coches y las carreras, posee una cuidada colección de modelos Ford y él mismo ejerce de mecánico, alterando la cilindrada de sus vehículos. En abril de 1971 vuelve con un remozado Jeff Beck Group, esta vez integrado por Max Middleton (teclados), Cozy Powell (batería),
Clive Chaman (bajo) y Bob Tench (voz). Gente semi desconocida por entonces con la que Beck se zambulle a gusto en el rhythm & blues y graba otros dos álbumes, "Rough & ready" y "Jeff Beck Group". El hallazgo de Middleton, un pianista ágil e imaginativo es el que excita la inventiva de Beck. Manteniendo su regla de oro (sólo dos elepés con la misma formación), deshace la banda en julio de 1972 y sorpresa, cumple un antiguo proyecto; forma un power-trío con Tim Bogert (bajo) y Carmine Appice (batería), duros obreros del rock, anteriormente en Vanilla Fudge y Cactus. Beck, Bogert & Appice vivieron como grupo desde septiembre de 1972 hasta abril de 1974, dejando una herencia de dos albumes, "Beck, Bogert & Appice" y "Live in Japan", confirmando la inviabilidad de los supergrupos y el error de hacer música para cumplir las demandas del mercado.
Del sonido mastodóntico de Beck, Bogert & Appice, Jeff Beck salta en arriesgada pirueta al jazz-rock. Así graba "Blow by blow" (1975), su único disco de oro en ventas, todavía con Middleton en las teclas y producción de George Martin. Después le siguieron "Wired" (1976), primera colaboración con los musicos Narada Michael Walden (batería) y Jan Hammer (sintetizador); "Live" (1977), y "There & back" (1980). Nada de cantantes, nada de grupos estables y sí mucho sonido evolucionado, mucha fantasía para multiplicar las posibilidades de la guitarra como elemento electrónico. Seis años tardó Beck en publicar un nuevo trabajo: "Flash", un álbum mas pop en el que vuelven los cantantes (Rod Stewart, Jimmy Hall) y aparecen productores influyentes (Nile Rodgers, Arthur Baker). Beck canta, no compone nada y toca la guitarra en todos los colores estilísticos que domina.
Durante bastante tiempo Beck pone su talento al servicio de algunos de los grandes del rock como Mick Jagger en su primer álbum "Primitive Cool" (1987) o Roger Waters con su "Amused to Death" (1992).
"Guitar Shop" (1989) fue una experimentación completa con el sonido tanto de la guitarra como del teclado, en "Crazy Legs" (1993) demostraba su pasion por el rock´n´roll y Gene Vincent.
El álbum "Who Else!" (1999) daria paso a "You Had it Coming" (2001) trabajo con el que conseguiría su tercer Grammy (antes lo había hecho con "Flash" y "Guitar Shop").
En "Jeff" (2003), el guitarrista mostraba su faceta electrónica fusionándola con el blues y el jazz y por ultimo en el 2008 publicaba "Perfoming this Week", ambos trabajos igualmente galardonados con los premios Grammy´s y a finales del 2010 publicaba su ultimo eslabón discográfico "Emotion & Commotion".

miércoles, 16 de febrero de 2011

Jackson Browne


La historia de Jackson Browne parece marcada por una burlona fatalidad. ¿Qué pensar si no, la de un cantante-compositor cuya mejor canción la llevan a la gloria otros artistas (Take it easy, Eagles) y cuyo su mayor éxito Stay, es un tema no escrito y casi no cantado por él. Jackson Browne encaja las bromas del destino con relajada complacencia, y como en alguna de sus canciones ha escrito, “nada sobrevive, sino el modo / en que vivimos nuestra vida”. Jackson Browne ha huido siempre del alboroto que exige la maquinaria del pop. Tímido, atractivo, excelente compositor, limitado músico, visto como figura de culto por críticos y colegas, vivió sus mejores momentos de popularidad entre los años 1974 y 1979, años en los cuales vendió la friolera de mas de 15 millones de copias de sus discos, solo en los Estados Unidos.
Jackson Browne nació un 6 de octubre de 1949 en Heidelberg, Alemania, su padre estaba destinado allí en el ejercito norteamericano. A los tres años, la familia vuelve a Los Ángeles. Las primeras ganas de música se las contagió (casi se las impuso) su propio padre, apasionado del jazz y de la trompeta, que quería ver a su hijo convertido en un Louis Armstrong blanco. La presión paterna no prosperó, y el boom del folk en los años sesenta da a Browne sus primeras señas de identidad. Pasa seis meses con la Nitty Gritty Dirt Band, consigue un contrato de compositor para la editorial de Elektra e incluso graba una maqueta con 30 canciones. Jackson Browne se había trasladado a Nueva York a principios de 1967, y tuvo la suerte de compartir con la cantante Nico el escenario del club Dom, regentado por Andy Warhol. Tres de sus temas figuran en “Chelsea girl”, primer Lp de la hierática alemana occidental. Después de unos serios problemas por posesión de marihuana, vuelve a Los Ángeles. Participa en un frustrado experimento junto a la comuna Paxton Lodge, algo así como una consciente reclusión paradisiaca de cantautores para concepción de repertorio infalible, que había ideado un "iluminado" ejecutivo de Elektra, y conoce al emprendedor David Geffen, que planeaba la creación del sello Asylum y que se apresta a ficharle. Su primer álbum, “Jackson Browne”
(1971), contiene material ya grabado por otros artistas y cuenta con un gran elenco de músicos de estudio. Por entonces entabla amistad con algunos integrantes de The Eagles. Mientras tanto paradójicamente Glenn Frey retoca un tema “Take it easy” que Browne no terminaba de redondear consiguiendo ser numero uno con The Eagles. La colaboración se mantendría en posteriores álbumes, y aunque la reputación de Jackson Browne crecía espectacularmente, no atinaba con igual densidad popular en sus trabajos como artista solista. “For everyman” (1973), cuenta ya con la participación de David Lindley, ex Kaleidoscope, efectivo guitarrista y violinista, así como con una estrella invitada bajo seudónimo, era Elton John. El siguiente “Late for the sky” (1974), se ampara en un concepto más unitario de banda. “The pretender” (1976), editado poco después del suicidio de su esposa, lo produce Jon Landau (representante de Bruce Springsteen). Son álbumes de brillante decorado, en los que la música va comiendo terreno a los textos y en los que Browne desarrolla sus continuas interrogantes: amor como elemento de prisión o salvación, esperanza de un mundo mejor o temores apocalípticos, estrés de la ciudad o paz del campo...
Como resultado de una ambiciosa gira mundial se publicó en 1978, “Running on empty”, conteniendo temas ajenos y propios y consiguiendo un rotundo éxito de ventas gracias a una versión de “Stay”, una composición de 1960 llevada al éxito por The Zodiacs.
A partir de aquí los álbumes que desde entonces han jalonado el discurrir de Jackson Browne por el rock “Hold Out” (1980), “Lawyers in Love” (1983), “World in Motion” (1989), “I´m Alive” (1993), “Looking East” (1996), “The Nacked Ride Home” (2002) y “Time the Conqueror” (2008), le han sitúan en su papel de talentoso compositor, algo maldito y bien adiestrado en el arte senequista de la calma existencial.

sábado, 12 de febrero de 2011

Can


Mucho antes de que se oficializara el término art-rock, Can ya lo servían en una primera edición mucho mas germinal y rudimentaria, pero a la postre igualmente interesante. Surgidos en los revueltos tiempos del mayo francés de 1968, prácticamente al lado de Colonia, en la todavía Alemania Occidental, su particular lectura de los fenómenos socio-musicales de la época y la ingestión devota del floreciente underground (que bandas como Pink Floyd o Soft Machine desarrollaban y en plena efervescencia de las ácidas correrías californianas), los llevarán al estreno de un nuevo capítulo del llamado rock alemán.
En un país donde el brote hippy prendió con fuerza, la distancia física respecto del modelo anglosajón produjo una visión intelectualizada que la música de Can ilustra con su carácter cerebral. Ese rostro autóctono de su sonido y un sugestivo concepto de hipnosis rítmica y rotación minimalista, los acreditan como el grupo continental por excelencia y uno de los más influyentes de la década. Respetados por las nuevas generaciones, son además pioneros en estilos y movimientos posteriores: como la integración de elementos étnicos sobre tramas futuristas, percusiones tribales y preindustriales, sellos independientes propios y cirugía electrónica de instrumentos, precursora del tecno. Su música es pura alquimia. Resiste el embate del tiempo. Arquitecturas móviles surcadas de laberintos teclísticos. Eclecticismo polarizado entre la rienda suelta de “Tago Mago” de 1972 y la sutilidad melodía de “Ege Bamyasi” aparecido en 1973.
Libertad experimental bajo control, dispensada entre densas exploraciones, cancioncillas leves…etc. Unos tipos realmente curiosos, perturbados por la fiebre del momento, sacrificaron un estable futuro por la incierta senda del rock. No les fue mal. Aunque tuvieron mejores críticas que ventas. Cuando los hippies llegaron, ellos eran ya gente mayor. Su teclista, Irmin Schmidt, pasaba de los 30 años. Discípulo de músicos contemporáneos como Stockhausen y Berio, alternaba su puesto en una orquesta con la dirección y los conciertos de piano. Holger Czukay era el bajista y manejador de los ruiruidos. Jaki Liebezeit hacía free jazz en la Manfred Schoof Quintet. Y Michael Karoli, el más joven, pasó de consumado violinista a ser un guitarra exuberante.
La primera formación se completaba con dos norteamericanos: un profesor de arte, Malcolm Mooney, que ponía su voz negra, y David Johnson, flautista de fugaz permanencia en el grupo. Se sirvieron del rock para inocular sus revolucionarias tesis de ruptura estética.
La suerte les acompañó. Editado en su propio sello, su primer álbum, “Monster movie” (1969), les proporcionó una cierta popularidad. Les llovieron ofertas para bandas sonoras (“Deep end”, de Skolimovski, entre otras), que el grupo reúne en “Soundtracks” (1973). En Zúrich realizan una actuación de vanguardia, “Prometheus”, y en 1970, Damo Suzuki, un estrafalario japonés que encuentran cantando en las calles de Múnich, sustituye a Mooney. Será su período más efervescente. “Future days” (1974) los descubre definitivamente en el Reino Unido. Mientras tanto, aparece “Limited edition”, colección de supuestos anuncios televisivos, miniaturas, y las exóticas series de falsificaciones etnológicas realizadas, como todo su material, en sus estudios, con “Inner Space”, incluso disfrutaron de un par de singles en las listas: “I want more” y su perversión del villancico “Silent night”.
A partir de aquí la decadencia del grupo es notable Damo se une a los testigos de Jehová. Siguen como cuarteto hasta “Saw delight” (1977), en que reclutan a Rosco Gee y Reebop Kwaku Baah, ex- Traffic. La música se aplaca con albumes mucho mas convencionales “Out of Reach” (1978), pero poco a poco su estela se desvanece. Sus miembros se desperdigan, y para 1982, Can desaparecen definitivamente, hasta años después cuando la formación original publica el epitafio “Rite Time” (1989).

martes, 8 de febrero de 2011

The Yardbirds


Ya el solo hecho, de que en esta banda se dieran a conocer Eric Clapton, Jeff Beck y Jimmy Page, tres de mejores guitarristas de todos los tiempos, eclipsa cualquier otro aspecto, que sin embargo no son menos cruciales, por lo cual esta considerado uno de los grupos mas fundamentales e influyentes del rock. Pioneros en casi todo, fueron psicodélicos, inauguraron el pop exótico de infusiones orientales y la idolatría de los guitarristas. Su originalidad, diluida en la dialéctica sonora de su tiempo, propició buena parte del futuro, del sonido garaje al heavy rock. Sus cinco años son el más vivo escaparate de remolinos y contradicciones que sacudieron la evolución del pop en un momento crucial para el devenir de su evolución.
Grupo de culto, mantuvo sin embargo un apretado romance con los flashes del éxito. Canciones pop de lujosa inspiración, gancho hipnótico y sonidos fantasiosos, humo indio, cantos gregorianos y ramalazos psicodélicos. Premoniciones de futuros trances hippies. Sin olvidar las raíces: sólidas influencias de fogoso rhythm and blues. Pese a la exuberancia de sus hallazgos, sus singles se hacían en una sola toma. Su segundo elepé, con insólitas burbujas y revolucionaria producción, se realizó en cinco días y en cuatro pistas. Precariedades que les acompañarán hasta el final. Hasta 1965 fueron una estricta banda de blues, típico caso de estudiantes de arte seguidores de sellos como Chess y Vee Jay. Antes de Jeff Beck, Keith Relf y su imponente flequillo robaban las miradas. Éste sufría de asma, pero tocaba decentemente la armónica y esgrimía una voz cortante. Paul Samwell Smith era el cerebro, un envidiado bajista y a la batería un discreto pero efectivo Jim McCarty. Ellos, junto a dos guitarristas (Chris Dreja y Anthony Topham), sustituyeron a los Rolling Stones en el club Crawdaddy de Richmond, regentado por Giorgio Gomelsky, que se convirtió en su manager. En octubre de 1965, el guitarrista Tophan vuelve a la universidad. Un jovencísimo Eric Clapton con pinta de monaguillo le reemplaza. Sus gustos más modernos renuevan el repertorio de versiones mientras se gana el apodo Slowhand, en las célebres improvisaciones que solían hacer sin límites con que el grupo, castiga a su feligresía creciente. Se estrenan acompañando a Sonny Boy Williamson, con el álbum de este “Sonny Boy Williamson and The Yardbirds”, soberbio debut que pasara a los anales del rock.
El clima parece idóneo: firman con Columbia, pero sus dos singles iniciales pasan desapercibidos “I Wish You World” y “A Certain Girl”.
A finales de 1964 aparece “Five live Yardbirds”, primer elepé y modesto documento de época. Necesitan un éxito. Gomelsky, les tienta con las sirenas del pop: una canción del desconocido Graham Gouldman “For your love”, el cual llevaría el mismo titulo que su siguiente álbum. Con el clavicordio de Brian Auger, llega al número tres. Poco después Clapton abandona la nave para unirse a los Bluesbreakers de John Mayall para luego fundar a los grandiosos Cream.
Su sustituto en un principio recae en Jimmy Page pero este declina la sustitución, el propio Page les recomienda a Jeff Beck, que pasa a engrosar el grupo. Mientras tanto en Estados Unidos se venden muy bien sus discos. En los estudios de Chess graban “Shapes of things”. Pero Paul se despide, su futuro como productor incluirá a Cat Stevens y Carly Simon. Por fin, Page ingresa en el grupo y se olvida de sus lucrativas sesiones y entra de bajista, compartiendo luego brevemente las seis cuerdas junto a Beck. Hasta noviembre, en que éste les deja tirados tras realizar la última maravilla del grupo “Happenings 10 years ago” y una explosiva escena en el filme “Blow-up”, de Antonioni.
Ya en 1967, el toque mágico del productor Mickie Most (The Animals, Donovan) no impide su desorientado declive. Sus singles se hunden en la naciente era del álbum “Little Games”, “Ha Ha Said The Clown” o “Ten Little Indians”.
Finalmente se disuelven en 1968. Relf junto a Jim fundarían posteriormente el grupo de folk progresivo Renaissance y morirá electrocutado en 1977, McCarty pasará por Shoot, Illusion y otros grupos hasta la reunión de 1983 con Chris y Paul, primero como Yardbirds y luego como Box of Frogs. Jimmy Page correría mejor suerte. Tras reunir unos New Yardbirds y cumplir una gira nórdica, entra en la historia con los formidables Led Zeppelín
Jeff Beck por su parte fundaría a otra legendaria banda como fueron The Jeff Beck Group.

lunes, 7 de febrero de 2011

Gary Moore

Guitarrista de enorme talento, Gary Moore formó parte de esa generación de músicos europeos que en los sesenta en plena eclosión del rock, admiraron desde jóvenes las esencias del blues americano que cruzó el Atlántico y experimentaron sobre su base rítmica, ampliando sus horizontes estilísticos aunque desvirtuando en muchas ocasiones el espíritu original de los pioneros negros.
Moore escogía siempre con un refinado gusto sus versiones de clásicos del blues y el rock y evitaba los solos superfluos.
Nacido en Belfast (Irlanda del Norte), Moore era el guitarrista irlandés junto a Rory Gallagher el más conocido gracias a sus numerosas colaboraciones con grandes del blues como B. B. King o Albert Collins, dos de sus maestros, y a su pertenencia fugaz pero recordada en Thin Lizzy, la banda de raíces blues más fascinante de la escena irlandesa. Su carrera en solitario, llena de altibajos y multitud de experimentos, fue reconocida sobre todo por sus aplaudidos directos y notables discos, como "Victims of the future", "Still Got Blues" o "After Hours".
De la escuela británica de guitarristas amantes del blues, como Eric Clapton o John Mayall, Moore siempre tuvo de referencia a los padres afroamericanos del género, pero su influencia más directa y reconocible fue Peter Green, guitarrista de Fleetwood Mac. Como Green, no destacaba tanto por su fraseo rápido como por su expresividad, donde no tenia problemas para las recreaciones sin perder el sentido del ritmo.
Con la cabeza llena de discos de blues, Moore, que se aficionó a la guitarra con siete años, mientras acudía al salón de baile que regentaba su padre, no era mayor de edad cuando comenzó su carrera profesional al entrar a formar parte de Skid Row, grupo en el que el guitarrista conoció a Phil Lynott, futuro líder y fundador de Thin Lizzy. La salida de Eric Bell de Thin Lizzy permitió que Lynott llamara a filas a Moore, que pudo dejar su huella en las seis cuerdas en el tema "Still in Love with you", una de las baladas más emotivas de la banda.
Su paso por el grupo de jazz-progresivo Colosseum nos dejo soberbios trabajos como "Strange New Flesh", "Electric Savage" y "War Dance" (1976-1977).
Ya en los ochenta su sonido se derivo hacia derroteros melodicos con un estilo cercano al Hard rock y el A.O.R. con álbumes como "Wild Frontiers" o "After the War".
En los noventa su aproximación al blues nos dejaría maravillosos discos como "Still got the Blues" o "After Hours", trabajos que lo confirmaban como uno de los grandes interpretes británicos del blues de todos los tiempos.
Pero Moore, siempre inquieto y deseoso de manejar su futuro profesional, estaba llamado a hacer carrera en solitario, aunque fue reseñable su intento de tocar dentro de una banda cuando se unió al grupo BBM junto a Jack Bruce y Ginger Baker, la icónica base rítmica de Cream,
En sus últimos álbumes "Close As you Get" (2007) y "Bad for you Baby" (2008) Moore seguía con ese acercamiento a las raíces blues, versionando temas de bluesman legendarios como John Mayall o Sonny Boy Williamson.



jueves, 3 de febrero de 2011

Tim Buckley


Para muchos rockeros de los años 60 y de los 70, los cantautores post-Dylan solían constituir una aberración: su placidez expresiva, sus problemas de niños bien, su tendencia lacrimógena, les hacían merecedores de un desprecio rotundo. De esta condenación apenas se salvaban dos o tres heterodoxos.
De esos pocos que se salvaban de dicha quema estaba Tim Buckley. Contaba con todas las credenciales para ello: alta sensibilidad, inquietud creativa, escasa fortuna y, la guinda al pastel, un final sórdido. Por no hablar de una voz singular y algunos discos pletóricos. No es casualidad que sea uno de los nombres de mención obligada para exquisitos artistas británicos: la versión de “Song to a siren”, de This Mortal Coil, forma parte de esos homenajes a distancia.
Nacido en Washington en 1947, creció entre Nueva York y California. Su habilidad con el banjo y la guitarra le ganó puestos en bandas de country y folk, recorriendo el circuito con una de nombre inolvidable: Princess Ramona and the Cherokee Riders. Fue precisamente este grupo el que lo encaminó hacia los folk clubs de Los Ángeles, donde coincidió con otros talentosos y jóvenes músicos, muy ambiciosos como Jackson Browne y Steve Noonan; y pronto serían bautizados como los Tres del Condado de Orange. Tim fue el primero en conseguir un contrato de grabación con un sello prestigioso (Elektra). Parecía destinado al éxito: rizos dylanianos, rasgos atractivos, tiernas canciones, garganta pura y poderosa.
Tuvo impacto inmediato, el romanticismo de “Tim Buckley” (1966), la aureola contracultural de “Goodbye and hello” (1967) y el soñador ambiente de “Happy sad” (1969), atrajo la atención de una amplia legión de fans y lo mas importante aún, el respeto de la crítica. No era uno más entre la marabunta de trovadores rudimentarios: entre los músicos que le acompañaban aparecían nombres como Lee Underwood, Billy Mundi, Van Dyke Parks, Jim Fielder, David Friedman, Carler C. C. Collins, o Don Randi.
Paulatinamente, Buckley incorporaba el jazz de vanguardia en su búsqueda de una expresión propia.
Investigaba el folclore de los pigmeos, quería convertir su voz en un instrumento más, se arriesgaba a improvisar y era un espíritu en efervescencia: “Blue afternoon” (1969), “Lorca” (1970) y la mayor parte de “Starsailor” (1971), se grabaron en un mes febril. Esa trilogía tormentosa tuvo efectos negativos y catastróficos: Buckley se quedó algo descolocado musicalmente en esa epoca y de camino sin oyentes. Una cosa eran los cócteles amables de jazz-rock, tan del gusto de aquel momento, y otra, mucho más intimidante, aquella expedición al fondo de sus posibilidades vocales.
Una dura lección. Frustrado, dejó el negocio. Condujo un taxi y fue chofer particular de Sly Stone hasta que consiguió un puesto como profesor de etnomusicología en la universidad de California. Se casó y estuvo durante largo tiempo pensando su nueva jugada. Nada de vibráfonos sinuosos, exhibiciones de cuerdas vocales o torrenciales delirios. Tim Buckley volvió convertido en paladín de un rock carnal, iluminado por un erotismo de inaudita intensidad. “Greetings from L. A.” (1972), “Sefronia” (1973) y “Look at the fool” (1974), contenían surcos calientes: rock, blues y soul en una combinación no muy lejana de la de otros artistas californianos como Little Feat. Había en ellos un cierto aire de compromiso, un deseo evidente de conectar con los compradores de discos. Lo esencial, sin embargo, era la inmensa presencia de Buckley. Una voz en celo, más dominante que implorante, que intentaba conciliar las exigencias del sexo y el amor en declaraciones a corazón abierto.
Esa sensualidad, a la vez profunda y epidérmica, no logró conmover a sus fans y sus discos pasaban inadvertidos comercialmente, pero no tuvo tiempo de desesperarse: planeaba recapitular su trayectoria musical en un disco en directo, tenía ofertas teatrales (solia interpretar a Sartre y Albee), maduraba guiones cinematográficos y la adaptación musical de una novela de Joseph Conrad. No pudo ser. Un domingo de 1975 apareció muerto en su apartamento de Santa Mónica. El forense explicó que había tomado heroína pensando que era cocaína. Tim Buckley entraba involuntariamente en el panteón de los malditos y de camino pasaba a engrosar la larga lista de genios fallecidos prematuramente en la historia del rock.