“In a silent way” es una de las obras cumbres de jazz-rock, al mismo tiempo que fue el primer álbum de este genero tan novedoso de finales de los sesenta. Davis antes incluso de ser una estrella, pudo siempre grabar con los mejores intérpretes de momento. Primero porque los grandes lo elegían a él, y a partir de los 50, porque él era el grande que llamaba a los que consideraba los más destacados músicos de cada instrumento. Del mismo modo que de los diversos conjuntos de Louis Armstrong salieron algunos de los más importantes jazzmen, las formaciones que Miles Davis reunía para sus sesiones en estudio, pueden considerarse los all-stars del jazz. Quizá el caso más recordado sea el de John Coltrane, que antes de revolucionar la música con su free-jazz estuvo algunos años grabando con el genial trompetista, pero el saxofonista no fue el único que iba a adquirir prestigio junto a Davis antes de emprender una brillante carrera discográfica como líder de su propio conjunto.
En “In a Silent Way”, figuran tres de los más grandes pianistas (Chick Corea, Herbie Hancock y Joe Zawinul), el guitarrista por antonomasia de los 70 (John McLaughlin), un gran saxofonista (Wayne Shorter)… y así con los ocho músicos que acompañaron a Davis en la grabación de este álbum. Con un elenco tan impresionante como este, no es extraño que el resultado sea una obra tan brillante, innovadora y magistral como “In a Silent Way”. Este probablemente sea el disco más colectivo del trompetista. Esto no quiere decir que los demás no lo sean, porque en algunos de sus trabajos la autoría debe ser compartida con Gil Evans, y siempre ha contado con grandes intérpretes. No obstante, aquí es dónde más evidente y determinante es la aportación de todos los músicos que participaron en la grabación. Davis no es el único protagonista, la trompeta no destaca más que el resto de instrumentos, todos (salvo el batería y el contrabajista, aunque su contribución sea también excelente), tienen la oportunidad de lucirse con sus solos. En las dos largas piezas de “In a Silent Way” (en las que, de nuevo, como en el posterior “Bitches Brew”, el trabajo de post-producción de Teo Macero fue muy importante, como si se tratase del noveno intérprete), asistimos a un diálogo sin palabras de los ocho músicos, vemos cómo Davis recoge una idea de Chick Corea, o como John McLaughlin actúa por oposición a Hancock, o Tony Williams marcar un ritmo constante durante un largo fragmento creando así un espacio libre en el que se mueve Zawinul. Y así, con todos estos juegos y otros muchos que contemplamos deslumbrados, estos ocho talentosos intérpretes, crearon una música bella e innovadora, la continuación perfecta seria “Bitches Brew”, otro disco imprescindible para todo amante de la buena música.