En “Magnetic Fields”, Jean Michel Jarre actualizo su sonido para incorporar los últimos sintetizadores y unas nuevas técnicas de grabación, sin embargo lo adapto al enfoque compositivo general que había comenzado con “Oxygene” y “Equinoxe”, (la parte 5 del álbum, por ejemplo, es esencialmente una versión un poco más mainstream del tipo “facil escucha” que había agregado al final del álbum anterior). Como tal, forma el final de una trilogía de obras (“Oxigene”, “Equinoxe” y “Magnetic Fields”), que abarcan los últimos días de la era de los sintetizadores analógicos y en los albores de la era de los sintetizadores digitales; precisamente por esto, es de interés para cualquiera que tenga una apreciación por la historia de la música electrónica, y ayuda que sea un álbum muy agradable de escuchar por derecho propio.
De alguna manera este álbum supone también un ligero cambio en el sonido de Jean Michel Jarre, con una música más compacta, menos flotante, espacial y más centrado en el sampleo y el ritmo. Este fue uno de sus primeros trabajos en presentar muestras de voces humanas y elementos "cotidianos" en la música, algo que Jarre experimentaría masivamente en el siguiente "Zoolook", lanzado algunos años después de este.
La brillante suite de apertura de casi 18 minutos, (las cuales incluyen las "Partes I y IV"), supone uno de los temas absolutos de Jarre, una suite construida como una secuencia de dos motivos principales sucesivos, con un interludio de ensueño que proporciona una especie de espíritu cósmico. El primer motivo principal se basa en una serie dinámica de progresiones de acordes sintetizados, con muchas capas altísimas y armonías adicionales que continúan mostrándose en un crescendo sólido y elegante; el segundo tiene una sensación más orquestal, de esta manera con una arquitectura progresiva (lo más cercano al progresivo que puede ser el pop electrónico), siendo la "Parte IV" el momento más hermoso del álbum: con unas líneas melódicas evocadoras y sus capas relajantes que nos recuerdan a las "Partes IV" y "VII" de "Equinoxe”, pero con una atmósfera más serena. Mientras la "Parte V" es simplemente una rumba: Jarre aquí profundiza en lo latino y ofrece una interpretación de este prototipo de sensualidad criolla latinoamericana.
En definitiva este tercer trabajo del músico francés, (aunque en realidad era su quinta obra), resulto un trabajo extraordinario, tan ambicioso como sus predecesores y que sin llegar a sus ventas multitudinarias, si lograría encaramarse entre los primeros puestos de muchos países alrededor del mundo y unas ventas que superaron con creces los 4 millones de copias vendidas.