En esta ocasión el músico griego se recrea en la vida del pintor religioso heleno, afincado en España en el siglo XVI-XVII, Doménikos Theotokópoulos, apodado el Greco.
En este trabajo Vangelis sigue demostrando que es un verdadero artista que no le presta la menor atención a la comercialidad, mostrando un álbum sobrio y etéreo, emocionalmente profundo y espiritual, una música para los ojos de la mente.
Compuestos por diez extraordinarios movimientos en ejecución, muestra el sufrimiento del pintor y sus obras, casi de naturaleza opresiva, como representando la vida como un concepto y la mortalidad del sentido físico.
Durante los casi 73 minutos de duración, el teclista intenta transmitir una gran carga emocional muy profunda, y una estética musical agradable y sofisticada, en donde la música medieval, y bizantina van unidas de la mano de manera extraordinaria, la cual se asemeja por momentos a una poderosa banda sonora de película.
La música por otra parte posee una delicada esfera de misticismo y tristeza, lo que convierte a este trigésimo cuarto álbum del músico griego en una de sus grandes obras maestras.
