“The Division Bell” sería el último trabajo de Pink Floyd en estudio y posiblemente el mejor disco de la era post-Waters, un trabajo de guitarras enormes, muy complejo e intentando emular el estilo de sus álbumes de los '70, pero sin los aires de psicodélica y los conceptos de sentimientos opresivos de esa época y mucho menos sus facetas experimentales. Aún así, este es un disco muy atmosférico, con más instrumentación de lo habitual, donde Rick Wright se convierte en parte integral de la banda y su figura cobra el protagonismo que tuvo en "The Wall".
Este seria el décimo cuarto álbum de la banda y el segundo sin Roger Waters y aquí debemos pararnos y ponernos en antecedentes antes de continuar. Después de “The Final Cut”, Roger Waters dio por terminada de manera unilateral la aventura de Pink Floyd en una rueda de prensa multitudinaria, sin embargo los tres restantes componentes no estuvieron de acuerdo y siguieron adelante con el proyecto.
Algún tiempo después regresaron con el álbum “A Momentary Lapse Of Reason” (1987), un trabajo dirigido sarcásticamente e implícitamente a Waters. A partir de aquí Waters rompe con la EMI y la CBS (sus discográficas para Europa y los Estados Unidos) y iniciaría acciones legales ante la justicia para que sus ex compañeros no pudieran utilizar el nombre y la marca “Pink Floyd”. Después de casi un año con cruces de declaraciones por ambas partes, Waters cede y se desliga de sus obligaciones contractuales, mientras Gilmour y Mason pueden continuar con la banda y su nombre original. Para cuando se publico este álbum aún existían fuertes tensiones entre Waters, Gilmour, Mason y Wright por lo que en cierto modo este álbum gira, entre otras historias, en ese sentido.
El argumento principal aquí esta enfocado en la comunicación y este es el eje protagonista, pregonando la importancia de comunicarse con los demás, y en una especie de guiño, dirigido especialmente a la imposible comunicación de Roger Waters con los miembros de la banda. Según David Gilmour, y dicho diplomáticamente, el título del álbum hace referencia a la campana utilizada en el Parlamento británico en el momento de los votos para llamar por divididas a las dos facciones parlamentarias. El álbum pone los nombres de esas dos facciones en Waters y los miembros restantes de Pink Floyd.
El concepto gira tristemente (de manera irónica) en un "Roger, debes contactarnos en el momento preciso y debes hacerlo ahora", contradiciendo declaraciones hechas por el ex-líder del grupo, quien siempre manifestó el rechazo de los demás integrantes para llegar a un acuerdo amistoso. En muchos sentidos, el álbum suena como un tributo a Waters y a la guerra dialéctica y judicial de proporciones casi bíblicas que este estableció.
Musicalmente el álbum en general fue realmente magnífico, con un sonido apabullante y una producción exquisita como no podía ser de otra manera, viniendo de una banda de la magnitud de Pink Floyd, y en donde sobresalen la añeja “Cluster One” con una atmósfera magistral, la jazzistica e inmensa “Wearing the Inside Out”, el blues medio progresivo “Coming Back to Life”, la rítmica “Keep Talking” o la enorme y compleja “High Hopes”.
El argumento principal aquí esta enfocado en la comunicación y este es el eje protagonista, pregonando la importancia de comunicarse con los demás, y en una especie de guiño, dirigido especialmente a la imposible comunicación de Roger Waters con los miembros de la banda. Según David Gilmour, y dicho diplomáticamente, el título del álbum hace referencia a la campana utilizada en el Parlamento británico en el momento de los votos para llamar por divididas a las dos facciones parlamentarias. El álbum pone los nombres de esas dos facciones en Waters y los miembros restantes de Pink Floyd.
El concepto gira tristemente (de manera irónica) en un "Roger, debes contactarnos en el momento preciso y debes hacerlo ahora", contradiciendo declaraciones hechas por el ex-líder del grupo, quien siempre manifestó el rechazo de los demás integrantes para llegar a un acuerdo amistoso. En muchos sentidos, el álbum suena como un tributo a Waters y a la guerra dialéctica y judicial de proporciones casi bíblicas que este estableció.
Musicalmente el álbum en general fue realmente magnífico, con un sonido apabullante y una producción exquisita como no podía ser de otra manera, viniendo de una banda de la magnitud de Pink Floyd, y en donde sobresalen la añeja “Cluster One” con una atmósfera magistral, la jazzistica e inmensa “Wearing the Inside Out”, el blues medio progresivo “Coming Back to Life”, la rítmica “Keep Talking” o la enorme y compleja “High Hopes”.